Sin señas particulares

¿A dónde van las personas desparecidas? Me hice esa pregunta alguna vez, pensando en aquellas personas que desparecen sin dejar rastro. Sin avisar. Sin que nadie sepa nada. Se fue con el novio, dicen en el caso de una mujer. Probablemente puede existir uno o dos casos así, pero no todos. En el caso de los hombres no hay una frase común. ¿A dónde se van las personas que desaparecen? La respuesta a esta pregunta puede ser una verdadera incógnita o puede ser algo triste que terminó en tragedia. O algo que no queremos imaginar. Un asunto del que no queremos hablar. No en público, no de manera directa. De ser posible en silencio, en privado. Lo mejor es no poner el tema sobre la mesa. Fernanda Valadez lo hace en esta cinta.

Jesús le dice a Magdalena, su mamá, que se va a ir con Rigo en busca de trabajo a Arizona. Magdalena y la mamá de Rigo van a la policía porque sus hijos no se volvieron a comunicar. Alegan que son menores de edad, pero al irse con el consentimiento de las madres, no se puede hacer nada. En un pequeño acto de buena fe, les pasan un álbum de fotos con las personas encontradas en las ultimas semanas. La mamá de Rigo identifica a su hijo. En cambio, Magdalena no sabe nada de Jesús. Decide ir en busca de él. Al llegar a un lugar, de nueva cuenta le muestran fotos, pero solo aparece la maleta de su hijo. Los demás cuerpos están calcinados. Una señora le aconseja que no firme ningún documento si quiere que sigan buscando a su hijo. Por lo pronto, Magdalena va a la línea de autobuses y una señorita le dice que no ande hablando de eso en público. Que si, la línea ha perdido varios autobuses. Le sugiere que se quede en un albergue y pregunte por la Regis. Poco a poco va tras el rastro de su hijo. En su camino conoce a Miguel, un chico que fue deportado.

El sabor amargo y el nudo en la garganta que te deja el final es impresionante. Pocas veces la realidad es retratada en el cine mexicano. Y pocas veces con esta veracidad y crueldad. Una película que no contiene demasiada violencia. Es la empatía la que tiene que funcionar aquí. Poniéndonos en el lugar de la madre, del hijo, del migrante. Una realidad super dolorosa de personas que lo único que quieren es tener una realidad distinta, un poco mejor de la que ya padecen. Y en su camino se exponen a no regresar a casa y no haber llegado a su destino. Esta historia llega al corazón y al alma.

Calificación: 9.5

 


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